TU
VIDA ES PARA EL AMOR
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Este rollo es el tercero del primer día.
Sigue al rollo “TU VIDA MORADA DE AMOR”.
El tema cuadra bien para una chica. La
profesora seglar ha de guardar siempre el estilo propio de un testimonio
viviente, natural, sencillo, espontáneo. Nunca en plan de doctora, con
explicaciones teóricas.
Los oyentes se encuentran ordinariamente en
este momento en plan de curiosidad. Si los ha calado el rollo anterior sobre la
Gracia Habitual tienen ya algo de interés y simpatía por las Convivencias.
Este rollo además de despertarles su ilusión
para seguirlas, será ya un fuerte aldabonazo a su vida vacía, estéril o quizás
desquiciada.
OBJETIVO: El objeto del rollo es hacerles ver que su
vida es para Dios. Ordenar, pues, la vida hacia El (probando que su vida es
para la felicidad: la felicidad definitiva está en el Amor con mayúsculas que
es Dios).
Que lejos de Dios no encontrarán nunca la
felicidad que los amores humanos, armados ordenadamente, son camino muy bueno
para llegar a Dios.
Que Dios es mejor que todo lo creado; es el
Amor y que todos los demás amores, sin El, serían incapaces de llenar el
corazón. Que está creado para El, y su oficio es darle gloria.
Sí se desvía de El será desgraciado ahora y
siempre.
En resumen, el rollo pretende explicar y
probar lo que dice el pequeño catecismo: ¿Para qué fin haya sido creado el
hombre? “para conocer, amar y servir a Dios en esta vida presente y después
verle y gozarle en la otra”.
Y la proposición del primer mandamiento de la
ley de Dios: “Amaras a Dios con toda tu mente, con todo tu corazón y con todas tus
fuerzas”.
(de 40 a 60 minutos de duración).
“TU
VIDA ES PARA EL AMOR”
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Irradian amor las vidas. Nacieron del amor.
Castillo o morada de amor es el alma en gracia. Constituye la más bella
embajada en la tierra de la patria del amor que es el cielo.
A esta vida, pues, de tanto precio, de tanta
belleza, tan apreciada por todos y tan regalada de amores por parte de Dios,
¿qué destino le deseas, qué camino le señalas? ¿qué finalidad le adivinas?.
Creo que ella misma lo indica. Como la
brújula señala el norte. Como los cipreses buscan el cielo, la dirección común
de todas las almas, de todas las vidas sin excepción, apuntan a la felicidad.
Todos la buscamos sin descanso. El hombre del mundo, la mujer viciosa, lo mismo
que el sacerdote y la misionera entre los leprosos.
Lo dijimos ya. Dios nos creó para que
participáramos de su felicidad, para que fuéramos felices. Y como el pez no puede
vivir sin agua y el mundo sin aire muere, así el hombre sin felicidad anda con
el corazón vacio.
Miremos pues, de localizar el tesoro que
todos buscamos.
¿En donde se encuentra la felicidad?. ¿En la
riqueza, los honores, en los placeres, en la salud?. No. Muy bien sabemos que
no: personas muy ricas, cubiertas de honores y sumergidas en los placeres y
hasta con plena salud, viven en continuo desespero y el mayor número de
suicidios los encontramos entre los que se hartan del mundo y de la carne.
Es cierto: la felicidad está en el amor.
Balmes dice: “sin amor no hay felicidad”
“como del fuego nace la llama, así la alegría nace del amor” (Treviño). Dulce
llaga suave herida, agradable tormento muerte anhelada. Es evidente que el amor
es el dueño absoluto de la felicidad y nada ni nadie se la puede arrebatar.
Si Dios nos creó para la felicidad y la
felicidad está en el amor, bien podemos afirmar que Dios nos creó para el amor
y que nuestra vocación es amor. Santa teresa del Niño Jesús exclamaba: “al fin
he hallado mi vocación, mi vocación es el amor. Comprendí que el amor encierra
todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y
lugares, porque es eterno”. De semejante manera cantaba también San Juan de la
Cruz: “mi alma se ha empleado y todo mi caudal en su servicio, ya no guardo
ganado y ya no tengo otro oficio que ya sólo en amar es mi ejercicio”.
Siendo el amor tan atractivo, el imán que
arrastra todos los corazones, y siendo creados para El con una antena
maravillosa para captar todo lo que a amor sabe, todos vamos, naturalmente, a
la caza de amores, desde que nacemos hasta que morimos. Eso es lo natural, es
la primera exigencia de nuestra naturaleza, pero además es muy bueno, es lo
mejor que tenemos, ojalá la antena funcionara siempre con normalidad y supiera
recoger con toda fidelidad la verdadera voz e imagen del amor y la brújula de
nuestro corazón no se desviara jamás.
El peligro está en tomar por amor lo que es
un disfraz del mismo, o quizás su peor enemigo. Pues los falsos amores andan
con frecuencia como lobo con piel de oveja, por eso cuidad en donde pongas tu
amor pues sólo con un verdadero amor se contenta. Busca tu auténtico tesoro,
allá tienes tu corazón.
El corazón desea llenarse de amor. Por esto,
mientras vayas sorbiendo todo lo que no sea amor tendrás que devolverlo otra
vez y tendrás que ir cambiando continuamente de objeto, describiendo, a veces,
la triste trayectoria de fracasos, recogiendo y echando en la cloaca aquello
que tenía apariencias de bueno y le envenena la vida y le amarga la existencia.
Muchas vidas son, por desgracia, una cadena de fracasos y por lo mismo un
hervidero de infelicidad, pues no llegan a dar con el verdadero amor y tienen
que buscar continuamente substitutivos que no hacen más que aumentar su sed de
amor, resecando cada vez más su corazón como la morfina en el enfermo, como
quien sopla a un voraz incendio intentando así apagar el fuego, o como el
chupete en labios del niño hambriento.
Si la cosa no fuera en el fondo tan seria, diríamos
que abundan los chupetes por nuestras calles y plazas, en personas que
quisieran ya vivir de ilusiones. Quizás la niña puso su corazón en cualquier
juguete. Sería una cocinilla o un tamborino, muy poco le dice el corazón y lo
cambia al poco con una muñeca de cartón o de goma que satisface un momento,
pero pronto pide ser sustituida por otra que mejor mira, gruña o llore o diga
papá. Una muñeca de tamaño grande parece que colmará sus ansias; pero no, la
niña va creciendo con sus trece, catorce años y ya no le contentan cocina ni
muñeca; pide un solemne muñeco aunque sea peón de cocina o auxiliar de
bomberos. Así se llega a los diecisiete-dieciocho años, y entonces lo prefiere
cadete y que fume tabaco rubio. A los veinte cambia un poco la cosa y lo quisiera
un hombre formal y que dé mayores garantías de amarla y, además del donaire del
tipo exterior, exige la simpatía de su cartera. Viene la boda, sueño dorado.
Terminó el viaje de novios y la cosa parece ir sobre ruedas. Pero tampoco
llena, por completo, el corazón. Sin duda una persona carne de su carne y
sangre de su sangre, correspondería mejor a sus ansias de amor, y centra su
corazón el futuro hijo. Aunque no debería ser así, aquel novio idolatrado, su
actual esposo, pasa a segundo término cuando la joven madre contempla al hijito
en sus brazos. Todas sus atenciones y amores se reservan para el niño y espera,
sin duda, que será correspondida con toda fidelidad cuando sea crecido. Pero
tampoco lo consigue como lo desea, pues pronto su hijo pone en otra persona su
amor y los padres llegan a quedarse solos teniendo que recurrir al recuerdo de
amores perdidos, su corazón se coloca después en el dinero, temen quedar
abandonados de todo amor y harán lo posible para ser socoridos por el mayor
número posible de “seguros”, pues temen, quizás infundadamente, morir sin todo
el aprecio que desearían.
Triste historia pero no tan rara que no
podamos presenciar de vez en cuando. El corazón no acertó a dar con el
auténtico amor.
¿Cuál
es, pues, el amor que les podrá satisfacer plenamente?.
Este sólo puede ser un amor perfecto,
duradero, seguro y cuyo otro amor no lo iguale o supere nada; y este es el AMOR CON MAYUSCULAS, este es Dios,
manantial y fuente de todos los amores. Realmente, si uno puede imaginarse un
ser que reúna el amor de Padre, el amor de hermano, el amor de esposo y de
todos los amores posibles juntos, no le será difícil comprender que a éste nos
lo comamos como a un terrón de azúcar. Eso pues, han encontrado los santos en
Dios. De aquí comprendiereis cómo Dios arrastra a tantos, ansiosos de ofrecerle
su vida hasta el corazón. Lo decía muy bien el gran pecador Agustín:
“nos hiciste, Señor, para ti
Y nuestro corazón andará inquieto
Hasta que descanse en ti”.
Y no es nada nuevo. Sino, abramos
el pequeño catecismo. ¿Para qué fin ha sido creado el hombre?:
Para conocer, amar y servir a
Dios.
Primero, claro, conocer: Porque no
se puede amar lo que no se conoce, y este es precisamente el fallo grande de
los hombre, no su mala inclinación, no sus malos deseos, sino sobre todo su
ignorancia o falta de conocimiento de Dios.
Se comprende que la mayor pena del
alma al ver a Dios claramente. Sea el tener que separarse de El. El infierno
dejaría de ser infierno si no faltara en él el amor de Dios. Y el pecado, por
otra parte consiste en dejar al creador, por amor a una simple criatura, cosa
que sólo puede pasar a quien obcecado por la pasión no ve el valor de Dios,
como quien cambia un billete de mil por una moneda de cinco céntimos.
¿pero se puede ya en la tierra
llegar a un conocimiento de Dios capaz de mover el corazón sobre todas las
cosas?. Ejemplos diariamente, santos, misioneros y hoy más que nunca cantidades
de seglares enamorados de Dios. Recordad sino, la historia de teresa de Jesús.
En sus primeros años cautivada por el hechizo del mundo, después al igual que
San Juan de la Cruz, repetirá:
“vivo sin vivir en mi
Y tan alta vida espero
que muero porque no muero”
Loca de amor a Dios más que cualquier corazón
por todo lo creado. Dios nos hizo para El. Hechos a su medida, todo cuanto
existe nos puede gustar pero no nos puede llenar. No nos crió para siervos,
esclavos suyos, sino para darnos su amor, empleando en conseguirlo toda nuestra
ilusión, todo nuestro servicio. Y, decía Fray Francisco de Osasuna:
“Dios
no tiene otra cosa mejor que el amor y de éste da a los que en esta vida le
sirven, y con él en más cantidad hará paga en el cielo”.
De su subsistencia dice Cabodevilla: “viven
el creador y las creaturas y la creatura añade efecto al corazón, trata de
reproducir los varios aspectos del amor para así volver a la fuente de que
manaron y el que no ama a Dios hasta en su creación, no ama a Dios y al que no
ama a las creaturas hasta llegar a Dios tampoco las ama verdaderamente”.
“No son, por consiguiente, más que la cara
palpable del amor y de la necesidad del amor, testigos del amor e invitación al
amor… pues todas las cosas hambrean y tienden al amor a Dios, sólo a Dios. Sólo
hay en definitiva un amor. El amor de El, lo demás es muerte”.
De ahí entiendes fácilmente el papel que
deben desempeñar en tu vida, los amores humanos, para que seas verdaderamente
feliz.
“Si el amor natural” dice Caffarel, “no fuera
como una pregustación de este otro amor, los hombres no pondrían en él tantas
esperanzas ni le reprocharían tan amargamente que les decepcionara. Estaríamos
en paz con el amor si no brillarán en el fuego del amor de Dios; el amor humano
tiene por misión invitarnos a buscar el amor de Dios. Hemos de buscarlo pasando
por el amor humano, pero sin detenerse en él. El amor no triunfará si no se
arrodilla ante la Gracia y suplica ser revestido por ella, nutrido y
fortificado por la gloria de Dios”.
“Si a su vez, dice Claudel, “no fuese tan
conmovedora, si no evocará otra cosa, las criaturas no serían problema para
nosotros y estarían en paz con la rosa”.
La decadencia, pues de tantos amores se
explica por el olvido de este principio fundamental, según el cual alejarse de
Dios y pecar contra él, e ir contra el Amor y separarse del venero del amor.
Pues si el corazón humano lo pide todo del amor, el amor lo decepcionará, debe
pedirse lo que realmente está encargado de procurarle. “El amor humano es un
camino para llegar al amor de Dios. Es un medio, no un fin, pero es un
medio poderoso… y el mundo entero es sólo un haz de aspiraciones hacia lo alto”
(Cabodevilla).
“El amor humano, en efecto, no es la estafa,
no es el gran engaño, son los hombres que se equivocan con él. Esta decepción a
menudo hace perder la fe en el amor y esta incredulidad es tan grave como aquella
idolatría de la cual no es más que el fruto podrido… la criatura no puede
colmar un corazón que es suficientemente grande para recibir al creador… el
venero del amor cristiano no se halla en el corazón del hombre: está en Dios”.
(Caffarell)
Y todo esto contando con amores humanos de
verdad. ¿Pero si los amores son falsos y con el nombre de amor se disfraza su
peor enemigo que es la complacencia propia a costa del mismo?, pues algo muy
interesante no podemos olvidar y es que el corazón no puede estar sin amar,
como el hombre sin respirar. Y quien no ama a Dios en los otros amores, y a los
otros amores por Dios, provoca la ruina de su corazón. Pues el corazón tiene
que llenarse y al no llenarse de Dios…. Sin duda estará mendigando los
desperdicios del mundo o compartirá su suerte con los corazones vacios y al
despreciar el alimento de la casa del Padre tendrá que pelear por las bellotas
con los cerdos. ¡Qué triste la situación de ciertos corazones!.
Me recuerda el hecho de la desgraciada hija
de familia que tenía ya los veinte años cuando enloqueció, con la manía de
que sus padres la querían matar, renunciaba a todo alimento de la casa porque
imaginaba que estaba envenenado. La vida se le hacía insoportable e iba
consumiéndose cada día. No pudiendo aguantar más, se escapó de casa. Al cabo
de unos días dieron con ella. Su morada era una zarza y su alimento lo que en
ella pudo agarrar, unas frutas verdes y unos caracoles que había entre los
espinos. El alma que desprecia el alimento del Padre tiene que alimentarse
después de inmundicias y desperdicios humanos, muchas veces con la deshonra
en la vida y sin amor en las manos, pues a menudo lo que parece oro no es más
que oropel. Puede también pasar lo que al niño que quería el sol: “mamá
quiero el sol”. Imposible darle el sol. El niño saldrá con la suya. Ha
llovido, está la calle llena de charcos y el sol se refleja brillante en el
agua. Ha llegado el momento, el niño con su trajecito limpio se acerca con
aire de triunfo al sol, el mismo lo cogerá; y como quien agarra a una difícil
y codiciada presa, el niño abraza con toda su amplitud el aparente sol,
dejando el consiguiente rastro en su traje y sin percibir ya la huella del
sol en el agua turbia del charco.
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¡Cuántas vidas encharcadas yendo tras amores
aparentes!. ¡cuántos desengaños y desilusiones después!. No es oro todo lo que
reluce.
Siendo creadas para el amor de Dios, El mismo
ya nos destinó y nos consagró desde el bautismo para su uso y servicio. He ahí
el alto destino de nuestra vida. No es considerado del mismo modo el vaso para
el altar que contiene la sangre de Cristo.
Grande es nuestro destino. Ser para Dios, glorificarle y darle
gracias. Amarle y servirle con toda la mente, con todo el corazón y con todas
las fuerzas. Todo, alma y cuerpo con sus potencias y sentidos, para su honor y
su gloria.
Es muy lógico pues de la abundancia del
corazón habla la boca y quien tiene el corazón lleno de amor dará gloria, ya
que el amor es difusivo de si mismo. Luego, quien no ama a Dios no puede
glorificarle y quien le ama de verdad le dará gloria espontáneamente, como el
sol, por ser sol, da luz y calor.
Quien posee a Dios lo irradia y lo anuncia
(clara cum laude notitia) jubilosamente. Eso espera Dios de nuestra vida en
este mundo; que sea como arpa divina para cantar sus perfecciones y como
director de toda la creación, arrancar de a creación animada e inanimada y de
todos los hombres juntos un “bendecit” universal de triunfo y gratitud. Que sea
la vida guía y vez para indicar a los humanos en donde está la verdadera
felicidad y el AMOR verdadero.
Cuántas vidas al margen de su verdadero
camino, sin tener nada en su haber. Vidas inútiles y vacías, sin razón de ser.
Reconocieron la nobleza de su fin y la altura de su destino y andan errantes,
sin rumbo y con las manos vacías. Recordaréis, sin duda, la película “Bala
rasa”. Familia despreocupada, distraída. El hijo reflexiona en el seminario y
al regresar de vacaaciones sele anuncia que si muriese se encontraría con las
manos vacías. Ella se escabulle y burla la observación. Al cabo de unos días el
coche con el que intentan huir se despeña. Está ella perdiendo la vida… Llega
veloz su hermano y recuerda. Y casi apenas sin fuerzas
levanta sus manos tremendamente abiertas…¡mis
manos, mis manos vacías! y muere
Otras personas desgraciadamente no sólo
habrán inutilizado por completo su vida enterrando todos los talentos, sino que
has habrán abusado de ella, profanándola y profanando a los demás. Te horroriza
solo el pensar que puede uno coger el copón del sagrario y profanarlo. Tu vida,
Copón vivo de Dios ¡cuántas profanaciones!.
Ojalá nunca profanes tu vida y sepas
exprimirla por Cristo, sacándole todo el rendimiento, y cuando otras chicas la
destruyen en el vicio, ya en plena juventud, se deshace su vida podrida por el
vicio perdiendo a las almas. Bien está que otras vidas se consuman y agoten en
bien de las almas ayudando a sus hermanos, ofreciendo a Jesús sus cerebros, su
corazón, ojos y sentidos y energías todas. Cuántas veces le tiembla la mano al
sacerdote al pasar con el oleo sagrado de la extremaunción ante la vida perdida
o vacía de una joven, al trazar una cruz sobre sus ojos, oídos, labios, manos y
pies. Como uno se pregunta, mudo de impresión de una vida que se acaba sin
fruto ¿qué has hecho de tus labios, pies, manos?.
Te invito a que emplees a fondo, momento a
momento, en el objeto propio de tu vida, pues el ideal es grande y vale la pena
agotarlo por el totalmente. Ya te das cuenta, naciste del amor y tu vida es su
morada. Fue consagrada para el servicio del amor y para ser altavoz del amor en
el mundo. Recurso con envidia santa, el bello ejemplo del joven apóstol.
Pero en este momento, delante del sagrario,
no podemos olvidar la presencia de Jesucristo precisamente para cuidar y
alimentar tu alma.
“Corpus D.N.J.
custodiat … invitam ad eternam amen”.
De qué le sirve al mundo entero ganar el
mundo si pierde su alma. No descuides, no pierdas cosa de tanto precio.
¡Perder la vida por una peseta! ¡Perder el
alma por…! Tu lo sabes.
Se dio perfecta cuenta, en su juventud, del
valor de las almas y del precio de sus vidas y decidió con todo su ardor
consagrarse a orientarlas empleando para ello todos los talentos que Dios le
diera, preparando al máximo su inteligencia y dando la mayor proyección a su
corazón de apóstol. Las almas captaron sus intenciones y recogieron sus
esfuerzos. La gracia sonreía en el corazón de un grupo valiente. El no cesaba
en su intento santo. Muchos viven ya la vida de Dios. El excesivo trabajo
consumía sus esfuerzos. El cuerpo agotado no podía seguir el ritmo que sus
anhelos le imponían. Desde el lecho de su enfermedad mortal vuelan sus amores
tras las almas que quisiera orientar hacia Dios. Lo ofreció todo, todo al
Señor y la oblación se va consumando, sus pies ya no pueden valerse, pero
algo le queda aún en sus pulmones y pueden abrirse sus labios resecos. Ruega
alas almas vayan junto a su lecho.
Quiere que su vida, a punto de derrumbarse
sirva de puente para acercar las almas a Dios. Por sus ojos moribundos asoma
la presencia del amor auténtico, al que sus labios quebrados sirven aún de
altavoz. La gente capta este mensaje de amor. Se apaga la llama pero
prendiendo fuego en el corazón de todos.
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Al morir el pueblo arde amor a Dios. Con su
Cristo entre las manos al que señaló hasta morir. Agotado, exprimido maduro de
amar, queda su cadáver como blanca flecha indicando a Cristo, remanso de todos
los corazones.
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