viernes, 23 de febrero de 2024

TU VIDA ES PARA EL AMOR





TU VIDA ES PARA EL AMOR



Este rollo es el tercero del primer día. Sigue al rollo “TU VIDA MORADA DE AMOR”.

El tema cuadra bien para una chica. La profesora seglar ha de guardar siempre el estilo propio de un testimonio viviente, natural, sencillo, espontáneo. Nunca en plan de doctora, con explicaciones teóricas.

Los oyentes se encuentran ordinariamente en este momento en plan de curiosidad. Si los ha calado el rollo anterior sobre la Gracia Habitual tienen ya algo de interés y simpatía por las Convivencias.

Este rollo además de despertarles su ilusión para seguirlas, será ya un fuerte aldabonazo a su vida vacía, estéril o quizás desquiciada.

OBJETIVO: El objeto del rollo es hacerles ver que su vida es para Dios. Ordenar, pues, la vida hacia El (probando que su vida es para la felicidad: la felicidad definitiva está en el Amor con mayúsculas que es Dios).

Que lejos de Dios no encontrarán nunca la felicidad que los amores humanos, armados ordenadamente, son camino muy bueno para llegar a Dios.

Que Dios es mejor que todo lo creado; es el Amor y que todos los demás amores, sin El, serían incapaces de llenar el corazón. Que está creado para El, y su oficio es darle gloria.

Sí se desvía de El será desgraciado ahora y siempre.

En resumen, el rollo pretende explicar y probar lo que dice el pequeño catecismo: ¿Para qué fin haya sido creado el hombre? “para conocer, amar y servir a Dios en esta vida presente y después verle y gozarle en la otra”.

Y la proposición del primer mandamiento de la ley de Dios: “Amaras a Dios con toda tu mente, con todo tu corazón y con todas tus fuerzas”.

(de 40 a 60 minutos de duración).


“TU VIDA ES PARA EL AMOR”


Irradian amor las vidas. Nacieron del amor. Castillo o morada de amor es el alma en gracia. Constituye la más bella embajada en la tierra de la patria del amor que es el cielo.

A esta vida, pues, de tanto precio, de tanta belleza, tan apreciada por todos y tan regalada de amores por parte de Dios, ¿qué destino le deseas, qué camino le señalas? ¿qué finalidad le adivinas?.

Creo que ella misma lo indica. Como la brújula señala el norte. Como los cipreses buscan el cielo, la dirección común de todas las almas, de todas las vidas sin excepción, apuntan a la felicidad. Todos la buscamos sin descanso. El hombre del mundo, la mujer viciosa, lo mismo que el sacerdote y la misionera entre los leprosos.

Lo dijimos ya. Dios nos creó para que participáramos de su felicidad, para que fuéramos felices. Y como el pez no puede vivir sin agua y el mundo sin aire muere, así el hombre sin felicidad anda con el corazón vacio.

Miremos pues, de localizar el tesoro que todos buscamos.

¿En donde se encuentra la felicidad?. ¿En la riqueza, los honores, en los placeres, en la salud?. No. Muy bien sabemos que no: personas muy ricas, cubiertas de honores y sumergidas en los placeres y hasta con plena salud, viven en continuo desespero y el mayor número de suicidios los encontramos entre los que se hartan del mundo y de la carne.

Es cierto: la felicidad está en el amor. 

Balmes dice: “sin amor no hay felicidad” “como del fuego nace la llama, así la alegría nace del amor” (Treviño). Dulce llaga suave herida, agradable tormento muerte anhelada. Es evidente que el amor es el dueño absoluto de la felicidad y nada ni nadie se la puede arrebatar.

Si Dios nos creó para la felicidad y la felicidad está en el amor, bien podemos afirmar que Dios nos creó para el amor y que nuestra vocación es amor. Santa teresa del Niño Jesús exclamaba: “al fin he hallado mi vocación, mi vocación es el amor. Comprendí que el amor encierra todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, porque es eterno”. De semejante manera cantaba también San Juan de la Cruz: “mi alma se ha empleado y todo mi caudal en su servicio, ya no guardo ganado y ya no tengo otro oficio que ya sólo en amar es mi ejercicio”.

Siendo el amor tan atractivo, el imán que arrastra todos los corazones, y siendo creados para El con una antena maravillosa para captar todo lo que a amor sabe, todos vamos, naturalmente, a la caza de amores, desde que nacemos hasta que morimos. Eso es lo natural, es la primera exigencia de nuestra naturaleza, pero además es muy bueno, es lo mejor que tenemos, ojalá la antena funcionara siempre con normalidad y supiera recoger con toda fidelidad la verdadera voz e imagen del amor y la brújula de nuestro corazón no se desviara jamás.

El peligro está en tomar por amor lo que es un disfraz del mismo, o quizás su peor enemigo. Pues los falsos amores andan con frecuencia como lobo con piel de oveja, por eso cuidad en donde pongas tu amor pues sólo con un verdadero amor se contenta. Busca tu auténtico tesoro, allá tienes tu corazón.

El corazón desea llenarse de amor. Por esto, mientras vayas sorbiendo todo lo que no sea amor tendrás que devolverlo otra vez y tendrás que ir cambiando continuamente de objeto, describiendo, a veces, la triste trayectoria de fracasos, recogiendo y echando en la cloaca aquello que tenía apariencias de bueno y le envenena la vida y le amarga la existencia. Muchas vidas son, por desgracia, una cadena de fracasos y por lo mismo un hervidero de infelicidad, pues no llegan a dar con el verdadero amor y tienen que buscar continuamente substitutivos que no hacen más que aumentar su sed de amor, resecando cada vez más su corazón como la morfina en el enfermo, como quien sopla a un voraz incendio intentando así apagar el fuego, o como el chupete en labios del niño hambriento.

Si la cosa no fuera en el fondo tan seria, diríamos que abundan los chupetes por nuestras calles y plazas, en personas que quisieran ya vivir de ilusiones. Quizás la niña puso su corazón en cualquier juguete. Sería una cocinilla o un tamborino, muy poco le dice el corazón y lo cambia al poco con una muñeca de cartón o de goma que satisface un momento, pero pronto pide ser sustituida por otra que mejor mira, gruña o llore o diga papá. Una muñeca de tamaño grande parece que colmará sus ansias; pero no, la niña va creciendo con sus trece, catorce años y ya no le contentan cocina ni muñeca; pide un solemne muñeco aunque sea peón de cocina o auxiliar de bomberos. Así se llega a los diecisiete-dieciocho años, y entonces lo prefiere cadete y que fume tabaco rubio. A los veinte cambia un poco la cosa y lo quisiera un hombre formal y que dé mayores garantías de amarla y, además del donaire del tipo exterior, exige la simpatía de su cartera. Viene la boda, sueño dorado. Terminó el viaje de novios y la cosa parece ir sobre ruedas. Pero tampoco llena, por completo, el corazón. Sin duda una persona carne de su carne y sangre de su sangre, correspondería mejor a sus ansias de amor, y centra su corazón el futuro hijo. Aunque no debería ser así, aquel novio idolatrado, su actual esposo, pasa a segundo término cuando la joven madre contempla al hijito en sus brazos. Todas sus atenciones y amores se reservan para el niño y espera, sin duda, que será correspondida con toda fidelidad cuando sea crecido. Pero tampoco lo consigue como lo desea, pues pronto su hijo pone en otra persona su amor y los padres llegan a quedarse solos teniendo que recurrir al recuerdo de amores perdidos, su corazón se coloca después en el dinero, temen quedar abandonados de todo amor y harán lo posible para ser socoridos por el mayor número posible de “seguros”, pues temen, quizás infundadamente, morir sin todo el aprecio que desearían.

Triste historia pero no tan rara que no podamos presenciar de vez en cuando. El corazón no acertó a dar con el auténtico amor.

¿Cuál es, pues, el amor que les podrá satisfacer plenamente?.

Este sólo puede ser un amor perfecto, duradero, seguro y cuyo otro amor no lo iguale o supere nada; y este es el AMOR CON MAYUSCULAS, este es Dios, manantial y fuente de todos los amores. Realmente, si uno puede imaginarse un ser que reúna el amor de Padre, el amor de hermano, el amor de esposo y de todos los amores posibles juntos, no le será difícil comprender que a éste nos lo comamos como a un terrón de azúcar. Eso pues, han encontrado los santos en Dios. De aquí comprendiereis cómo Dios arrastra a tantos, ansiosos de ofrecerle su vida hasta el corazón. Lo decía muy bien el gran pecador Agustín:

“nos hiciste, Señor, para ti
Y nuestro corazón andará inquieto
Hasta que descanse en ti”.

Y no es nada nuevo. Sino, abramos el pequeño catecismo. ¿Para qué fin ha sido creado el hombre?:
Para conocer, amar y servir a Dios.

Primero, claro, conocer: Porque no se puede amar lo que no se conoce, y este es precisamente el fallo grande de los hombre, no su mala inclinación, no sus malos deseos, sino sobre todo su ignorancia o falta de conocimiento de Dios.

Se comprende que la mayor pena del alma al ver a Dios claramente. Sea el tener que separarse de El. El infierno dejaría de ser infierno si no faltara en él el amor de Dios. Y el pecado, por otra parte consiste en dejar al creador, por amor a una simple criatura, cosa que sólo puede pasar a quien obcecado por la pasión no ve el valor de Dios, como quien cambia un billete de mil por una moneda de cinco céntimos.

¿pero se puede ya en la tierra llegar a un conocimiento de Dios capaz de mover el corazón sobre todas las cosas?. Ejemplos diariamente, santos, misioneros y hoy más que nunca cantidades de seglares enamorados de Dios. Recordad sino, la historia de teresa de Jesús. En sus primeros años cautivada por el hechizo del mundo, después al igual que San Juan de la Cruz, repetirá:

“vivo sin vivir en mi
Y tan alta vida espero
que muero porque no muero”

Loca de amor a Dios más que cualquier corazón por todo lo creado. Dios nos hizo para El. Hechos a su medida, todo cuanto existe nos puede gustar pero no nos puede llenar. No nos crió para siervos, esclavos suyos, sino para darnos su amor, empleando en conseguirlo toda nuestra ilusión, todo nuestro servicio. Y, decía Fray Francisco de Osasuna:

“Dios no tiene otra cosa mejor que el amor y de éste da a los que en esta vida le sirven, y con él en más cantidad hará paga en el cielo”.

De su subsistencia dice Cabodevilla: “viven el creador y las creaturas y la creatura añade efecto al corazón, trata de reproducir los varios aspectos del amor para así volver a la fuente de que manaron y el que no ama a Dios hasta en su creación, no ama a Dios y al que no ama a las creaturas hasta llegar a Dios tampoco las ama verdaderamente”.

“No son, por consiguiente, más que la cara palpable del amor y de la necesidad del amor, testigos del amor e invitación al amor… pues todas las cosas hambrean y tienden al amor a Dios, sólo a Dios. Sólo hay en definitiva un amor. El amor de El, lo demás es muerte”.

De ahí entiendes fácilmente el papel que deben desempeñar en tu vida, los amores humanos, para que seas verdaderamente feliz.

“Si el amor natural” dice Caffarel, “no fuera como una pregustación de este otro amor, los hombres no pondrían en él tantas esperanzas ni le reprocharían tan amargamente que les decepcionara. Estaríamos en paz con el amor si no brillarán en el fuego del amor de Dios; el amor humano tiene por misión invitarnos a buscar el amor de Dios. Hemos de buscarlo pasando por el amor humano, pero sin detenerse en él. El amor no triunfará si no se arrodilla ante la Gracia y suplica ser revestido por ella, nutrido y fortificado por la gloria de Dios”.

“Si a su vez, dice Claudel, “no fuese tan conmovedora, si no evocará otra cosa, las criaturas no serían problema para nosotros y estarían en paz con la rosa”.

La decadencia, pues de tantos amores se explica por el olvido de este principio fundamental, según el cual alejarse de Dios y pecar contra él, e ir contra el Amor y separarse del venero del amor. Pues si el corazón humano lo pide todo del amor, el amor lo decepcionará, debe pedirse lo que realmente está encargado de procurarle. “El amor humano es un camino para llegar al amor de Dios. Es un medio, no un fin, pero es un medio poderoso… y el mundo entero es sólo un haz de aspiraciones hacia lo alto” (Cabodevilla).

“El amor humano, en efecto, no es la estafa, no es el gran engaño, son los hombres que se equivocan con él. Esta decepción a menudo hace perder la fe en el amor y esta incredulidad es tan grave como aquella idolatría de la cual no es más que el fruto podrido… la criatura no puede colmar un corazón que es suficientemente grande para recibir al creador… el venero del amor cristiano no se halla en el corazón del hombre: está en Dios”. (Caffarell)

Y todo esto contando con amores humanos de verdad. ¿Pero si los amores son falsos y con el nombre de amor se disfraza su peor enemigo que es la complacencia propia a costa del mismo?, pues algo muy interesante no podemos olvidar y es que el corazón no puede estar sin amar, como el hombre sin respirar. Y quien no ama a Dios en los otros amores, y a los otros amores por Dios, provoca la ruina de su corazón. Pues el corazón tiene que llenarse y al no llenarse de Dios…. Sin duda estará mendigando los desperdicios del mundo o compartirá su suerte con los corazones vacios y al despreciar el alimento de la casa del Padre tendrá que pelear por las bellotas con los cerdos. ¡Qué triste la situación de ciertos corazones!.

Me recuerda el hecho de la desgraciada hija de familia que tenía ya los veinte años cuando enloqueció, con la manía de que sus padres la querían matar, renunciaba a todo alimento de la casa porque imaginaba que estaba envenenado. La vida se le hacía insoportable e iba consumiéndose cada día. No pudiendo aguantar más, se escapó de casa. Al cabo de unos días dieron con ella. Su morada era una zarza y su alimento lo que en ella pudo agarrar, unas frutas verdes y unos caracoles que había entre los espinos. El alma que desprecia el alimento del Padre tiene que alimentarse después de inmundicias y desperdicios humanos, muchas veces con la deshonra en la vida y sin amor en las manos, pues a menudo lo que parece oro no es más que oropel. Puede también pasar lo que al niño que quería el sol: “mamá quiero el sol”. Imposible darle el sol. El niño saldrá con la suya. Ha llovido, está la calle llena de charcos y el sol se refleja brillante en el agua. Ha llegado el momento, el niño con su trajecito limpio se acerca con aire de triunfo al sol, el mismo lo cogerá; y como quien agarra a una difícil y codiciada presa, el niño abraza con toda su amplitud el aparente sol, dejando el consiguiente rastro en su traje y sin percibir ya la huella del sol en el agua turbia del charco.

¡Cuántas vidas encharcadas yendo tras amores aparentes!. ¡cuántos desengaños y desilusiones después!. No es oro todo lo que reluce.

Siendo creadas para el amor de Dios, El mismo ya nos destinó y nos consagró desde el bautismo para su uso y servicio. He ahí el alto destino de nuestra vida. No es considerado del mismo modo el vaso para el altar que contiene la sangre de Cristo.

Grande es nuestro destino. Ser para Dios, glorificarle y darle gracias. Amarle y servirle con toda la mente, con todo el corazón y con todas las fuerzas. Todo, alma y cuerpo con sus potencias y sentidos, para su honor y su gloria.

Es muy lógico pues de la abundancia del corazón habla la boca y quien tiene el corazón lleno de amor dará gloria, ya que el amor es difusivo de si mismo. Luego, quien no ama a Dios no puede glorificarle y quien le ama de verdad le dará gloria espontáneamente, como el sol, por ser sol, da luz y calor.

Quien posee a Dios lo irradia y lo anuncia (clara cum laude notitia) jubilosamente. Eso espera Dios de nuestra vida en este mundo; que sea como arpa divina para cantar sus perfecciones y como director de toda la creación, arrancar de a creación animada e inanimada y de todos los hombres juntos un “bendecit” universal de triunfo y gratitud. Que sea la vida guía y vez para indicar a los humanos en donde está la verdadera felicidad y el AMOR verdadero.

Cuántas vidas al margen de su verdadero camino, sin tener nada en su haber. Vidas inútiles y vacías, sin razón de ser. Reconocieron la nobleza de su fin y la altura de su destino y andan errantes, sin rumbo y con las manos vacías. Recordaréis, sin duda, la película “Bala rasa”. Familia despreocupada, distraída. El hijo reflexiona en el seminario y al regresar de vacaaciones sele anuncia que si muriese se encontraría con las manos vacías. Ella se escabulle y burla la observación. Al cabo de unos días el coche con el que intentan huir se despeña. Está ella perdiendo la vida… Llega veloz su hermano y recuerda. Y casi apenas sin fuerzas


levanta sus manos tremendamente abiertas…¡mis manos, mis manos vacías! y muere

Otras personas desgraciadamente no sólo habrán inutilizado por completo su vida enterrando todos los talentos, sino que has habrán abusado de ella, profanándola y profanando a los demás. Te horroriza solo el pensar que puede uno coger el copón del sagrario y profanarlo. Tu vida, Copón vivo de Dios ¡cuántas profanaciones!.

Ojalá nunca profanes tu vida y sepas exprimirla por Cristo, sacándole todo el rendimiento, y cuando otras chicas la destruyen en el vicio, ya en plena juventud, se deshace su vida podrida por el vicio perdiendo a las almas. Bien está que otras vidas se consuman y agoten en bien de las almas ayudando a sus hermanos, ofreciendo a Jesús sus cerebros, su corazón, ojos y sentidos y energías todas. Cuántas veces le tiembla la mano al sacerdote al pasar con el oleo sagrado de la extremaunción ante la vida perdida o vacía de una joven, al trazar una cruz sobre sus ojos, oídos, labios, manos y pies. Como uno se pregunta, mudo de impresión de una vida que se acaba sin fruto ¿qué has hecho de tus labios, pies, manos?.

Te invito a que emplees a fondo, momento a momento, en el objeto propio de tu vida, pues el ideal es grande y vale la pena agotarlo por el totalmente. Ya te das cuenta, naciste del amor y tu vida es su morada. Fue consagrada para el servicio del amor y para ser altavoz del amor en el mundo. Recurso con envidia santa, el bello ejemplo del joven apóstol.

Pero en este momento, delante del sagrario, no podemos olvidar la presencia de Jesucristo precisamente para cuidar y alimentar tu alma.
“Corpus D.N.J. custodiat … invitam ad eternam amen”.

De qué le sirve al mundo entero ganar el mundo si pierde su alma. No descuides, no pierdas cosa de tanto precio.
¡Perder la vida por una peseta! ¡Perder el alma por…! Tu lo sabes.


Se dio perfecta cuenta, en su juventud, del valor de las almas y del precio de sus vidas y decidió con todo su ardor consagrarse a orientarlas empleando para ello todos los talentos que Dios le diera, preparando al máximo su inteligencia y dando la mayor proyección a su corazón de apóstol. Las almas captaron sus intenciones y recogieron sus esfuerzos. La gracia sonreía en el corazón de un grupo valiente. El no cesaba en su intento santo. Muchos viven ya la vida de Dios. El excesivo trabajo consumía sus esfuerzos. El cuerpo agotado no podía seguir el ritmo que sus anhelos le imponían. Desde el lecho de su enfermedad mortal vuelan sus amores tras las almas que quisiera orientar hacia Dios. Lo ofreció todo, todo al Señor y la oblación se va consumando, sus pies ya no pueden valerse, pero algo le queda aún en sus pulmones y pueden abrirse sus labios resecos. Ruega alas almas vayan junto a su lecho.

Quiere que su vida, a punto de derrumbarse sirva de puente para acercar las almas a Dios. Por sus ojos moribundos asoma la presencia del amor auténtico, al que sus labios quebrados sirven aún de altavoz. La gente capta este mensaje de amor. Se apaga la llama pero prendiendo fuego en el corazón de todos.

Al morir el pueblo arde amor a Dios. Con su Cristo entre las manos al que señaló hasta morir. Agotado, exprimido maduro de amar, queda su cadáver como blanca flecha indicando a Cristo, remanso de todos los corazones.

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