sábado, 6 de abril de 2024

ID Y HACED DISCÍPULOS

ID Y HACED DISCÍPULOS


Objetivos: 

Que tomen conciencia del mandato de Jesús de anunciar su amor a todos los hombres. Misión que es una elección de su parte (Jn 15,16) y es, a su vez, fundamental para la vida nueva que se inicia. Misión que es una necesidad vital para la persona (1Cor 9,16) y para nuestro mundo, que gime por su liberación (Rom 8,22). Misión que no puede ser reemplazada por otra (E.N.5) ni retardada su realización (Lc 9,60), por el bien de la Iglesia y la Humanidad entera.


Hay una película -que seguramente muchos habréis visto -, que se llama “la lista de Schidler”, en la que aparece una escena de un tren lleno de mujeres, compradas por el empresario Schidler para su fábrica, y que se dirige hacia la fábrica, desde los campos de concentración. En un lugar del trayecto, desvían el tren hacia los hornos crematorios de Auschwitz. Cuando las mujeres ven que ese lugar no es una fábrica, que las empiezan a rapar y quitar sus propiedades, que las introducen en unas salas enormes con duchas; entran en una desesperación espantosa. Al enterarse el empresario del desvío del tren, inmediatamente se movilizó para evitar la “sutil masacre”. Una imagen fuerte de esta escena es cuando las mujeres entran en las cámaras de gases, al apagarse la luz empiezan a llorar desesperadas sin saber que va a pasar, presintiendo la muerte. Mas de repente empieza a caer agua por las duchas. Schidler las había salvado.


Esto es lo que ha pasado con nosotros en estos días de convivencia, en que Jesús nos HA LIBERADO del secuestro de muerte en el que estábamos; porque no hay mayor secuestro que la falta del amor de Dios en nuestras vidas; porque no hay mayor desesperación que querer amar y no poder. 

Jesús nos libera con su propia sangre (1Pe 1,18), pues así, nos compra para Dios. Para Jesús somos de gran precio (Gal 2,20): “Me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Schidler al pagar por esa gente perdió todos sus bienes y se quedó arruinado; así Jesús, dándonos a experimentar todo su amor por cada uno, nos libera de las tristezas y amarguras que han brotado de nuestros constantes momentos de soledad.


Esta misma experiencia de pasar de una vida muy rastrera a otra con horizontes muy amplios me sucedió al encontrarme en mi vida con Jesús. Deseaba algo más y diferente a lo que vivía normalmente: en casa, estudiar, trabajar, irme a divertir, salir con los amigos...; sin embargo, que suerte me tocó en aquélla convivencia a la que fui y que se titulaba: “¿Que proyecto le pones a tu vida?” Yo llegaba a la convivencia y me iba de ella con un proyecto, el de Jesús; me iba de la convivencia con Alguien. Jesús me había liberado de una vida sin él, para empezar otra pero en compañía. Yo me empecé a experimentar super contento y mientras regresaba a casa le dije a Jesús: ¿Qué hago con tanta alegría que siento ahora?, No sabía cómo agradecérselo. (Sal 116,12)


Cuando Jesús pasa en algún momento de nuestra vida y se queda, surge en nosotros un profundo AGRADECIMIENTO: “Jesús, ¿Cómo te puedo pagar que te hayas fijado en mí, que hayas tenido misericordia conmigo?. Muy semejante fue la reacción de toda la gente judía que se salvó de los campos de concentración ante el gesto de solidaridad de Schidler; en la película la última escena presenta al rabino, que en nombre de los casi 2000 trabajadores, le regala un anillo de oro, que habían fundido con oro que tenían algunas personas en sus dientes. Agradecer es propio de alguien que ha recibido un beneficio muy grande. ¿Cómo pagarle a Jesús su gran beneficio con nuestras vidas?. -su misma Palabra nos dice como se agradecen ese tipo de regalos-; dice el Salmo 51,15:”Enseñaré a los rebeldes tus caminos y los pecadores volverán a ti”.


¿Qué harás ahora después de haber experimentado su amor, después de haberle conocido?, ¿Puede tener otro significado la vida si no es más que para DARLE A CONOCER? La vida de uno que ha conocido a Cristo no tiene razón de ser fuera de darle a conocer a otros; es decir, que tu vida es ahora TESTIGO, como dice San Pablo: “Para mí, la vida es Cristo” (Flp 1,21); “Todo lo tengo por basura ante el conocimiento de Cristo” (Flp 3,7). ¿Tú sabes lo que es que todo tu ser pueda manifestar a Jesús?, ¿Sabes la ilusión que a Jesús le hace que al que a ti te reciba le reciba a Él, y al que a ti te escuche le escuche a Él (Lc 10,16)?. 


Nos puede pasar como a aquel chico, que todo feliz después de haberse encontrado con Jesús, llamó a su casa para darles la noticia, y lo primero que dijo a su madre: ¡Ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí!”; ella asustada de las tonterías que decía su hijo, le dijo: Hijo, ¿qué te ha pasado?. 


¡Qué importante es para la gente de nuestro tiempo el que haya personas que sean lectura clara de la vida de Jesús y su Evangelio!, como le sucedió a una misionera en África, que después de un tiempo de estar ahí, pudo conseguir unas Biblias para la gente que venía a sus grupos de evangelización; sin embargo, una señora muy humilde le dijo: “madre, yo no se leer; pero en lo que he visto en vosotras las misioneras es lo mismo que me leyeron de los libritos que nos disteis el otro día”. La gente entenderá quién es Jesús a través de vosotros.


El que ha conocido a Jesús se convierte en portador de una gran Buena Noticia para el mundo; noticia que es imposible de contener, como el fuego, porque es una experiencia difusiva de sí. El año pasado en Australia hubo un incendio forestal de muchos kilómetros; eso fue un desastre ecológico tremendo, porque cuando el fuego prende tiende a expandirse, más aún si hay combustible y viento. 

Hay muchos corazones que esperan que les llegue la experiencia de Jesús, como le pasó a José Maldonado, un chico de la Universidad de medicina, que al descubrir a Dios, no había quien le reprimiera su deseo porque los amigos y familiares pudiesen vivir la misma alegría que sentía.


Este apremio por comunicar a Cristo (1Cor 4,15) es cuestión de gratitud, de  amor a Jesús y de amor a los que más queremos. ¿A caso no quieres lo bueno para ti también para los tuyos? Yo creo que sí, cuando hemos ido a algún lugar que nos ha encantado nos gustaría que otros lo conozcan. Una vez fuimos a ver el “Belén de Beus”, que es muy famoso en Andalucía; cuando estábamos ahí, pensé que otros misioneros les gustaría verlo. Esto es nada ante la experiencia de encuentro con Jesús (Por ej. Jn 1,41 de Andrés con Pedro).


El que entremos en este dinamismo propio que tiene el Evangelio de ser una Noticia para transmitirse es de una vital importancia para nosotros mismos; ya que si queremos que nuestro gozo aumente, lo único que hemos de hacer es propagarlo (1Jn 1,1-4). Jesús en el Evangelio tiene algunos consejos vitales: “Permaneced en mí” (Jn 15,8); “Amaos como yo os he amado” (Jn 13,34); “Sed perfectos como vuestro Padre del cielo” (Mt 5,48); sin embargo, hay uno que nos hace referencia a lo que estamos viviendo: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16,15). Se trata de un mandato de amor: “Si me ha manifestado a ti es para que seas mi testigo por todo el mundo.” (Act 1,8; Lc 8,16) De entre tantos Jesús nos ha elegido (Jn 15,16; Jn 14,22) para que muchos le conozcan por medio nuestro. Una de las principales causas por las que muchos cristianos han perdido y siguen perdiendo la fe, es por no comunicarla, ya que -como dice J. Pablo II- ¡La fe se fortalece dándola! (R.M 2); por eso, ahora que tienes fresca la experiencia de Jesús grítala, por tu bien y el de muchos.


A nuestro mundo sin fe y huérfano la faltan buenas noticias, le falta EVANGELIZACIÓN. Casi 2000 años después de haberse dado el Evangelio nuestro mundo sabe muy poco a: gozo, fraternidad, libertad, perdón, misericordia, amor, sencillez, solidaridad, etc. (Cf RM1). Ante nosotros se presenta un verdadero reto de hacer que la experiencia de Jesús incida en la vida de los hombres (E.N. 18); sabiendo que por sí mismo lo que anunciamos tiene fuerza (Rom 1,16).


Ante un mundo sin Dios, sin los valores de Jesús tan evidentes, ¡Ay de nosotros si no predicamos! para satisfacer tantos corazones hambrientos. (Act 3,1-10) Como recuerdo una ocasión, que fui a llevar una convivencia en una ciudad, y el matrimonio que me acogió, me pidieron que les hablara de Dios. Estuvimos hasta las “tantas” de la noche. 


O aquel chico que tenía SIDA y me decía: ¡Por favor, háblame de Jesús!. Cuando los hombres no tienen amor, sus ciudades se convierten en “selvas asfaltadas”, como decía un autor; sin embargo, como van a descubrir el amor de Dios si no tienen fe, y cómo creerán si no hay quien les predique (Rom 10,17). Llegamos a tiempo, puesto que “eso” que los hombres buscan, sin saber y con tanto esfuerzo, está en nuestras manos y a nuestro alcance el podérselo proporcionar. Nuestra misión  es la de ser “Hombres topo” que sacan a las personas de los escombros, como le pasó a un misionero sacar a gente de entre vigas y ladrillos después de unas explosiones en Guadalajara. Jesús nos llama a sacar a nuestros amigos y personas que más queremos de los escombros del egoísmo, de la soledad, de la violencia, del pasotismo, de la depre, de la tristeza y sin sentido , de la evasión, etc. Lancémonos sin miedo de proponer a Cristo (Cf. J. Pablo II, discurso a los jóvenes en Santiago), ya que es el acto de amor más verdadero que podemos tener con cualquier persona (Cf. frase de J. Pablo II). Ojalá, no nos pase lo del paracaidista frustrado (Chiste).


A los grandes males de nuestro mundo Dios les pone la solución y el remedio. a muchos de nosotros nos preocupa la situación de nuestro mundo y querer darle una solución, dice la canción de Loquillo “Voy de negro” pues me identifico con lo que expresa:


- Voy de negro y te preguntas el por qué,

  por qué no visto otros colores,

  se muy bien que mi apariencia,

  puede resultar sombría y gris,

  tengo razones para vestir así.


- Llevo el negro por los pobres... por el preso injustamente... (Sigue cantando otras realidades)


- Quiero enseñarte un arco iris al cantar, 

  pero en mi espalda cae la oscuridad, 

  y hasta que la luz no brille de verdad

  voy de negro y de negro me verás.


Aquel que evangeliza lleva a sus espaldas la realidad sombría que viven  los hombres.


El gran remedio que Dios le ha dado a este mundo es Jesús, su vida, sus palabras, su misión. ¡Mira tú, que sencillo y que profundo!. Jesús en su persona nos acerca el amor de Dios para nuestro gozo y alegría (Jn 15,11; 17,28). Jesús vio a muchos hombres de su tiempo necesitados de Buenas Noticias: había muchos días grises entre los suyos; soledades demasiado grandes para ser soportadas por hombres normales; la amargura habitual; las alegrías cortas y poco alegres; esperando ansiosamente la Buena Noticia del Reino de Dios, que está dentro de cada uno. Jesús se da cuenta que posee un amor en su vida, que le lleva a contar noticias simples y buenas, que en ningún periódico dicen nunca. Quería quemar el mundo con ese fuego, que es vida en abundancia. Reconocía que había demasiada infelicidad, demasiados ciegos, demasiados pobres, demasiada gente que pensaba que el mundo es la blasfemia de Dios. No se puede creer en Dios en un mundo donde los hombre mueren y no son felices. El se pone del lado de los que dan la vida para que esto no siga sucediendo, para que el mundo empezara a ser como Dios lo pensó.

(Carta de Jesús a María, de Cortés)


Toda la vida de Jesús fue para evangelizar, para que nos enteráramos de lo grande que es el Amor de Dios para con los hombres. El hecho de haber conocido a Jesús te coloca en su misma misión: “Como el Padre me envió, yo os envío” (Jn 20,21); “Vosotros seréis mis testigos” (Act 1,8). Ahora somos la solución que Dios le da a este mundo. Mucha gente te preguntará: ¿Tú crees que con evangelizar solucionas tantos problemas en el mundo?. Pues sí, pero si evangelizamos en verdad; ya que no es otro el sentido de los cristianos y de la Iglesia sino que existen únicamente  para presentar a Cristo (E.N.14). “Jesús es la respuesta a los interrogantes más profundos del hombre. Por eso, se habla del derecho que tiene todo hombre de conocer a Jesús y, en consecuencia nuestra responsabilidad de darlo a conocer” (Mons. Capmany  ).


Es ahora, para nosotros, que comienza nuestra tarea de darle a la gente aquella alegría que nada ni nadie se las pueda quitar (Jn 16,22); ¿A caso no ves un mundo tan semejante al de Jesús en su tiempo? Fíjate en la rutina que viven muchos de tus compañeros de clase; mira las caras de infelicidad de la gente en el metro; ve la soledad y la marginación que viven muchos (amigos, abuelos, extranjeros...); siente la amargura por el vacío, que tantos tratan de ahogar con alcohol y música los fines de semana en la discoteca, tratando de mantener viva la alegría un poco. 

Ellos también, como tú, esperan ansiosamente una Buena Noticia; sin embargo, hay muchos que ya no esperan nada de la vida. ¿No serías capaz de alentar en ellos la chispa que aún humea en su interior?.


Me escribió estos días pasados un chico de Colombia que me decía:


“Parcero, el gesto de su cercanía como amigo nunca se me olvidará, porque usted me acompañó al médico recién diagnosticado con SIDA; ese día no dejó que me acompañara el miedo que sentía... Gracias por ser misionero y por haberse encontrado con mi muerte, gracias por contagiarme ese amor tan grande y vital de Jesús”.

 

Nunca sabemos como están las personas que Jesús pone en nuestro camino (Hch 8,26ss), pero basta con una palabra nuestra que vaya llena de Dios para que las personas empiecen una vida nueva. Por esto, que como testigos de Jesús, nuestras palabras se conviertan en las suyas (Lc 10,16) y la gente nos verán a nosotros, pero no a él (Jn 12,21).


Vamos ahora a nuestros distintos ambientes, por eso, conviene tener bien claro que entre los míos tengo una gran misión y muy concreta. ¿Qué misión?, ¿Simplemente hablar de Jesús?, ¿A quiénes y hasta dónde hay que evangelizar?, ¿Qué pretende Jesús cuando ahora nos envía a todos nosotros?


En el Evangelio aparece muy clara cuál es la intencionalidad de Jesús con los que le conocemos un poco, diciendo: “Id y haced discípulos a todas las gentes, dándoles la Vida de Dios” (Mt 28,19-20). No nos envía simplemente a hablar de él, eso lo hace cualquiera (oradores del Evangelio en París y que ganan dinero por decirlos de memoria). Jesús nos envía a que le hagamos discípulos suyos; nos envía a que le formemos gente que quiera vivir sus valores y consejos. 


¿Y cómo lograr esto?, porque no nos vaya a suceder que al llegar con la gente que conocemos nos pase lo del payaso del circo. Que un día esperando muy nervioso y fumando fuera del circo, para empezar la función. Se dio cuenta que el pueblo ardía en llamas y rápidamente entró al escenario -vestido de payaso- a gritarles a los del pueblo que habían venido al circo, que el pueblo se quemaba. Para su sorpresa, que cuanto más lo decía más se reían de él, y hasta decían: ¡Qué bien lo hace!, pero nadie se movió a apagar el fuego; cuando lo quisieron hacer, el pueblo se había quemado bastante. Lo mismo nos puede pasar a nosotros, que una cosa es “hacer reír y otra, dar risa”. 


¿Qué pretendo yo al acercarme a las personas?, para uno que ha conocido a Jesús pretende que le conozcan; no sólo pretender decirles algo de Dios, sino pretender que lleguen a conocer a Jesús y le sigan. Muchos lo logran y otros no, depende como vaya; si voy como el payaso, lo único que haré es que se rían de mí. Hay muchos que se ríen de los cristianos porque lo que decimos ni nosotros lo vivimos, como decía Nietzsche: “Vuestros rostros me hacen entender que vuestra Biblia es agobio y amargura”; o como decía Pablo VI: “¿Creéis lo que anunciáis?, ¿Vivís lo que creéis?, ¿Predicáis verdaderamente lo que vivís?” (E.N.76) -esto lo decía a los evangelizadores ante el reto del mundo contemporáneo-.


Evangelizar no es otra cosa que formar discípulos de Jesús” a todos los más que pueda, como dice San Pablo: “Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos” (1Cor 9,22). Formar discípulos es suscitar personas que sean fermento de la vida de Jesús en medio de la masa (Lc 13,21); es crear grupos de gente que se ayudan con una calidad de amor muy superior; es despertar personas que presentan un estilo de vida que grita y no que gritan unas verdades simplemente.

Recuerdo cómo iniciamos una experiencia así parecida con un grupo de chicos en un país; nos reuníamos para orar juntos, para formarnos, para contagiarnos el deseo de vivir lo que Jesús nos decía, para irnos a institutos, universidades, casas y barrios a llevar a Jesús, etc. Nos sentíamos fermento entre la gente.


Evangelizar formando grupos o fraternidades de discípulos es estar convencido de que por este camino es cuando empezamos a “reconstruir al hombre” desde sus fundamentos más profundos; ya que se trata de formar hombres y mujeres según las exigencias de las Bienaventuranzas de Jesús (Mt 5,3-12), es decir, gente nueva y feliz. Predicar a Jesús a través de estas fraternidades es estar convencido que “sólo habrá Humanidad nueva si hay hombres nuevos”, como dice Pablo VI en la E.N.18. El Evangelio lo tienen que ver en nosotros lo más claro posible y lo tienen que entender a través de la predicación de personas transformadas por el mensaje de Jesús, como le sucedió a San Antonio Abad: Que cierto día, teniendo aún 21 años y habiendo muerto sus padres, escuchó de la Palabra de Dios: “Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo- y luego vente conmigo”. Esto le llegó hasta el fondo porque teniendo muchos bienes se decía a sí mismo: ¿cómo fueron capaces tantos hombres de dejarlo todo por seguir a Jesús?. Las palabras que oyó le dieron la respuesta. Entonces vendió las 300 parcelas que había heredado, para vivir sin casi nada; muchos le llegaron a llamar el amigo de Dios. Hemos de creer en el poder que tiene nuestras palabras pronunciando las de Jesús, con nuestra vida muy unida a esas palabras, para transformar el corazón más de piedra que pueda existir (Heb 4,12).


Evangelizar consiste en orientar el corazón de los hombres hacia Dios, pero, ¿Cómo lo van a orientar si no le conocen? y, ¿cómo le conocerán si no les predicamos? (Rom 10,17).


¿Dónde vamos a realizar todo este proyecto? ¿Cuál es el campo al que Jesús nos envía?. Jesús nos dice que él nos pone en medio del mundo como luz (Mt 5,14); pero no para uno o dos solamente, sino para el mundo, porque “Jesús es un derecho de todos” (Mons. Capmany). Por lo mismo, estemos siempre preparados y dispuestos a dar razón de nuestra esperanza al que nos lo pida (1Pe 3,15); como me pasó en una ocasión que fui a Almería a una semana del Domun, donde nos tocó a otras misioneras y a mí hablar de Jesús en muchos lugares: grupos cristianos, parroquias, TV, radio, periódico, institutos, universidades, etc. ¡Siempre a punto y a tiempo y destiempo! (2Tim 4,2)


Para esta tarea tan grande, no vamos solos, Él viene con nosotros (Mt 28,20). Por eso, sin miedo confiados en su fuerza nos lanzamos. Suerte y que otros participen de nuestro gozo y Jesús tenga más amigos y mejores que nosotros.


Finaliza con el canto: ¡CRISTO VIVE, ANÚNCIALO!

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